Estaba nerviosa. Me puse mi atuendo más
sencillo y bonito para impresionar a
los padres de Alejandro.
Al salir de
mi casa, Anacleta (la muchacha de la
limpieza) me vio y yo espantada solo le
dije: “¡shhh! Tú no me viste”. Salí muy
preocupada y corriendo para que nadie
más me viera.
Ya eran más de las seis de la tarde. Creo que me había
retrasado un poco, bueno, no mucho,
solo una hora. Alejandro se encontraba
ansioso y al verme sonrió y me abrazó.
Cuando íbamos camino a su casa, con
una sonrisa misteriosa, me dijo: "Mis
papás saldrán al anochecer, así que
estaremos solos".
En mi mente solo
pasaban pensamientos maravillosos.
Cuando llegamos, la familia de
Alejandro, muy amablemente, me invitó
a pasar. La comida estaba lista, la
mesa arreglada a la perfección y la
atención por parte de ellos sobraba.
Sus padres se presentaron ante mí. Mis
nervios se habían calmado. Creí que me
interrogarían a más no poder, pero no
fue así. Después de haber terminado
de comer el postre y de un tiempo de reposo, se levantaron de la mesa y se disculparon por no poder quedarse más tiempo, pues tenían un compromiso muy importante. La mirada de Alejandro cambió de serio-incómodo a sorprendido-feliz.
Cuando ellos se fueron, Alejandro me
llevó a su recámara y comenzó a decirme
las palabras más bonitas que nadie
hubiese imaginado. Puso las canciones
más románticas que existen y empezó a
besarme. Parecía un plan perfectamente
calculado. Sus labios rozaban mi cuerpo.
Sus caricias, su voz, todo era tan
excitante. Se me fue la noche entera en
ese gran momento: mi primera vez. Fue
tan increíble.
En la mañana siguiente, me desperté
de un gran susto, pues el despertador
marcaba las cinco am. No podía creerlo.
Tenía que llegar antes de las siete de la mañana
a mi casa para poder darme un baño,
cambiarme de ropa y para que mis padres
no se dieran cuenta. Además, mi chofer
siempre está a las siete horas en punto
esperándome.
Mi casa estaba casi al
otro lado de la ciudad, y después de
andar de camión en camión llegué a
las seis y media de la mañana. Corrí a arreglarme.
Afortunadamente no tuve problemas. Como
si nada hubiese pasado me fui directo
a la escuela. Todo el camino estuve
pensando en qué hacer. No sabía si
presentarle a mis padres a Alejandro.
Al fin y al cabo, decidí hacerlo. Solo
había un problema más: ¿Cómo decirle que
soy adinerada? ¿Cuál será su reacción?
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